Nací en Castel di Sangro, un pequeño pueblo de 5,000 en la región de Abruzzo. Mi madre fue una empresaria pionera. Crecí en la habitación detrás de su tienda de artículos para tejer. Cuando era niño, jugaba juegos sobre ser dueño de un negocio.

Cuando conocí a mi esposo, mi sueño se hizo realidad: me involucré en el negocio de la trufa, ¡y aún lo seguimos después de 18 años!
Lo que más me gusta es pasar tiempo con mis clientes, interactuar con la gente en las cocinas de los restaurantes, ver un lado de la vida que la mayoría de la gente nunca ve y compartir con ellos los secretos de las trufas.

Mi esposo y yo manejamos el negocio juntos. Hacemos un gran sacrificio viviendo separados en dos continentes gran parte del año.

Trabajar es nuestra vida. Somos la mano derecha del otro. Mi esposo se encarga de la cosecha y el procesamiento de las trufas en Italia. Me encargo de la importación y distribución en los Estados Unidos. En un negocio en el que la confianza se basa en nuestra relación familiar, esto garantiza el mejor producto, y el proveedor y el distribuidor nunca cambiarán.

Importamos solo trufas italianas certificadas, verdaderas, y
Podemos rastrear el origen de cada trufa que vendemos.

También garantizamos la máxima frescura y calidad. El tiempo entre la cosecha y la llegada a los EE. UU. Es como máximo de 24 horas. Durante este tiempo, las trufas pasan por una inspección de laboratorio, un lavado individual de manos por parte de mujeres expertas, una inspección sanitaria individual por parte de un biólogo certificado, un cuidadoso embalaje e inspección por parte del Departamento de Aduanas y Agricultura de EE. UU. El orgullo de la familia está en juego aquí.

También podemos garantizar el mejor precio,
porque no hay intermediario

Nuestro último proyecto es traer a nuestros amigos estadounidenses a Italia para participar en la cosecha de las trufas con nosotros. Conocerán a nuestros “cazadores” de trufas, con sus perros especializados en perfumar trufas durante unas horas de caza real de trufas.